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jueves, julio 31, 2003

La llamada 

Ayer por la noche recibí una llamada de un señor, no entendí su nombre ni la ciudad en la que vive, pero era aquí, en Alemania. Me dijo algo así como, Sra. C., no nos conocemos, he encontrado su número en la guía telefónica porque es el único que aparece en Berlín bajo el nombre de C. y estoy intentando localizar al Sr. Luis Teoctido C. (C. es mi segundo apellido, es que aquí se hacen la picha un lío con lo de que usemos dos, y supongo que los de la Deutsche Telekom, que son la Telefónica alemana y funcionan de pena, decidieron que ese era mi apellido).
Me contó que ese señor cumplía estos días 65 años, que era argentino, y quise entender que habían trabajado juntos hace muchos años aquí en Berlín, lo que ya no supe es por qué le estaba buscando después de tanto tiempo.

Tuve que decirle que no le conocía ni estaba emparentada (que yo sepa, claro) con él. Una pena, porque a mí (ya sabéis que soy gran aficionada a la tele-basura), me hubiera encantado colaborar en un reencuentro así tipo sorpresa sorpresa...

lunes, julio 28, 2003

Freak 2. Los timadores de Alex. 

Alex es Alexander Platz, donde está la torre de la tele. Donde está también la oficina de turismo, a donde yo iba cuando vi una magalla de gente (¿magalla ye asturianu? Porque el word no me lo reconoce...). Era un tipo escondiendo una bola bajo una de tres cajitas, para que la gente luego apostase a acertar donde estaba. Jugaban con billetes de 50 euros. Me quedé a observar (echo de menos la tele-basura, es lo malo de no tener tele). Intenté identificar a los cómplices, fácil, todos turcos como el pájaro que hacía el juego, y con una pinta de mafiosos importante. Pero luego me di cuenta de que también tienen un par de chicas muy monas, muy arregladas y muy de raza aria, que hacen que todo parezca un poco menos timo. Los cómplices juegan y ganan y pierden, y cuando pierden es tan obvio que la bola estaba bajo la otra caja, que apetece hasta apostar. Tienen además sus truquillos, te ponen un billete de 50 euros en la mano y te presionan, haciéndolo todo muy rápido, de manera que si no te decides, uno de los cómplices apuesta y gana lo que tú podrías haber ganado. Al poco picó el primer pringado, un chino de un grupo de chinos. Por supuesto, perdió, y una de las chinas de su grupo empezó a gritar diciendo que llamaba a la policía, que era un timo. Yo me partía. Empezó a montar un escándalo que le duró medio minuto, porque aparecieron dos tipos que daban mucho miedo y la empujaron alejándola. Un par de minutos después picó un paisano mayor, pringó 100 euros. Me dio un poco de pena, pero no demasiada porque el tío al principio no quería jugar, hacía como que ya sabía de que iba, pero al final acabó yendo al cajero a sacar el dinero.

Después de un rato me moví para mirar desde un poco más lejos porque había otro grupo y quería saber si estaban relacionados entre ellos. Parece que sí, y se comunican por móvil, se avisan cuando viene un coche de la polizei (reconozco que yo también me pongo nerviosa cuando veo un coche de la polizei, creo que tiene que ver con mi incívica costumbre de saltarme semáforos en rojo). Estuve allí unos 15 minutos, y cuando me iba a ir, me di cuenta de que algunos de ellos se hacían señas entre sí, mirándome. Me entró un acojone de la pera. Ooops! Uno de los tipos se me puso al lado... yo no me atrevía a marchar por si me seguían o algo. Así que hice una llamada ficticia con el móvil, ¿todavía estás en casa?, Llevo esperando quince minutos y empieza a llover, mejor paso a buscarte. Y me fui.

¡Cómo me gusta el teatro!
A lo mejor esto se debería de titular, Freak 2: Yo misma.

Freak 1. La brasas del semáforo 

El domingo, sobre las 10 de la mañana -tuve un sábado más bien tranquilo-, salí de mi casa en pijama disimulado con una sudadera (aunque a veintimuchos grados de calor no sé si cuela), para ir a comprar un schoko-croissant a una de las miles de panaderías turcas que hay en mi barrio. Lo peor de dormir sola en fin de semana, el no tener un saladete que vaya a comprar el desayuno ;-) Sólo tengo que cruzar dos calles para llegar. Iba a cruzar la segunda calle, cuando una gallina se dirigió a mí y me dijo que si no podía esperar a que se pusiese el semáforo en verde para cruzar, porque había un niño enfrente y le estaba dando mal ejemplo. Le solté el mítico ¿¿¿güe???, a la vez que agudizaba todos mis sentidos (hasta los pelos se me pusieron de punta, lo juro). Miré en todas las direcciones, escuché con atención... nada, ningún rastro de un coche en muchos metros a la redonda... La gallina había arrancado y no había quien la parara, que si también ella tenía hijos y salía con ellos a la calle y que le parecía muy mal que los demás no nos diésemos cuenta del mal ejemplo que dábamos, bla, bla, bla. Intenté decir algo así como “tírate un peu y relájate”, pero a esas horas sólo conseguí un “gogoñogogñógogñoo”. De todas formas ella no tenía ninguna intención de escucharme. Cuando conseguí reaccionar, el semáforo había abierto y yo pensaba en conseguir cuanto antes mi schoko-croissant porque el café ya debía de estar hecho. Así que le solté un “sí, sí, sí, sí, esa es tu opinión” y crucé, al fin, la calle.

Pero no me quedé a gusto. Así que me desahogo ahora aquí. Me hubiera gustado decirle a la gallina, que para empezar yo no voy por ahí ejemplizando, y que a lo mejor ella tampoco debería hacerlo. Que mi comportamiento era, según mi criterio, totalmente cívico, y que me parece mejor enseñarle a un niño a evaluar las circunstancias y decidir si puede cruzar una calle, o explicarle que aún no tiene la capacidad de tomar esa decisión, que darle el fantástico ejemplo de esperar fumando un cigarro (que era lo que hacía la tipa) en una calle desierta. Y que si fuésemos todos tan cívicos, a lo mejor no hacía falta ningún semáforo (una sueca me contó una vez que en su ciudad no había más que un semáforo colocado en la salida de la estación de bomberos y que sólo se cerraba cuando estos tenían alguna emergencia). Y por último, que “life’s hard, and then you die”, y que si tan horrible le parece mi ejemplo, que no saque al niño de casa, porque hay muchos vándalos como yo, sobre todo a cualquier otra hora un poco más comercial, y que no veo como podría convencerlos a todos.

Pues eso, gallinita, espero que no vuelvas a intentar amargarme una mañana de domingo, porque me vas a oír.

Letter of Motivation 

Podrí­a resumirse con un "si no hago lo que veo, me meo" así­ no me extiendo demasiado.
Pues eso, que mi hermano hace un blog y yo también quiero, y con la cantidad de cosas
raras que me pasan en esta ciudad...

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